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2014/06/06

Amistad y contradicción en la era digital. CATEDRA CHINA.

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Amistad y contradicción en la era digital

Augusto Soto (苏傲古),Director de Dialogue with China Project, director de Comunicaciones Globales de Cátedra China y experto del Global Experts de Naciones Unidas.
Desde su emisión más polémica, el 18 de mayo, la teleaudiencia de la comedia Aída se ha multiplicado exponencialmente al saltar desde el canal Telecinco a las redes sociales de China..
Allí involuntariamente el nombre del medio se había propagado en el último tiempo debido a otras dos emisiones relacionadas con imágenes negativas de ciudadanos chinos.
Si bien esas anteriores transmisiones contenían algunas acusaciones opacas y generalizadoras, en la emisión del 18 pasado visionamos un acto ficticio de discriminación racista en estado puro, lo cual cambia radicalmente la perspectiva.
En la más reciente emisión del capítulo “Mauricio y Chema intimidados por un chino”, de la comedia Aída, el protagonista principal, un dueño de bar, se encara gratuitamente con un comerciante chino. Se enguanta para evitar un contacto físico o contagio (según sugiere), afina su voz y le aclara a su interlocutor que es racista. Y tras reírse de él alegremente acompañado de risas pregrabadas, le expulsa amparado en las normas del bar bien visibles en que se lee “prohibida la entrada de perros y chinos”.
El canal se ha excusado diciendo que el perfil del protagonista principal y local representa “todo lo que no queremos en nuestra sociedad”. De manera que en la emisión presuntamente subyacía un afán demostrativo. Pero si de pedagogía se trataba, se ausentó del bar el encargado de esclarecer o guiar dicha didáctica. Simplemente triunfa el racista en una enrarecida banalidad que precisamente por ello importa, como se ha entendido últimamente en los estadios de fútbol de media Europa ante banalidades racistas vociferadas por colectivos minúsculos.
Por supuesto, nada ocurre por primera vez. Hace varios años algún medio británico se burló de diabolizados toreros españoles y de alemanes actuales grotescamente asociados a la Segunda Guerra, provocando en cada uno de los casos sonoras y apropiadas protestas diplomáticas. Por otro lado, casos de discriminación bruta en algunos medios no constituyen fenómenos ajenos en distintos países y continentes.
Se pueden esgrimir cuestiones como la libertad de expresión y argumentos que entroncan con las necesidades del mercado. En este caso, ¿necesidad de escándalo para aumentar la teleaudiencia del canal en tiempos de crisis, como se han preguntado algunos medios en China?
Estropicios de teleirrealidad
Una parte apreciable de nuestra opinión pública se ha olvidado del tema o descansa inconsciente de una humillación gratuita a un número considerable de sus propios vecinos asentados laboriosamente en los vecindarios de España. En muchísimos casos esos vecinos dan esmerado servicio en sus empresas y locales, e incluso trabajo a españoles, para no mencionar su contribución a las arcas estatales desde su extendida condición de trabajadores autónomos.
Quizás ese olvido de vecindad se alimente inconscientemente del razonamiento oficial del canal de TV o bien descanse atribuyéndose todo a una suerte de teleirrealidad, por tanto inocua. Sin embargo, recuérdese que el canal citado no es un medio para intelectuales al servicio exquisito de desmenuzar interpretaciones e identificar indicios de lo opuesto donde los hechos muestran lo contrario.
Pocos habrán probablemente recordado que un número apreciable de inmigrantes chinos (muchos, dueños de bares) se maneja con alguna dificultad en nuestra lengua y no logra captar sus vericuetos, aunque sí ha entendido perfectamente el signo abominable de la prohibición del bar ficticio del 18 de mayo.
La emisión de marras trata de la cuestión de la prohibición por ser, no por creer en algo distinto, un asunto de ramificaciones inquietantes en la historia de Europa y de otros continentes desde la noche de los tiempos. Se trata también de la difusión banalizada de ese mensaje y de su grotesca dimensión didáctica derivada en esperpento. Igualmente es ciertamente incatalogable que un canal de TV de un país de la Unión Europea con un idioma de alcance internacional guste flirtear con el racismo cuando más necesitados estamos de soft poweren casa y a nivel global.
La embajada de España en Beijing emitió un elocuente y oportuno comunicado. Claro que en la era digital la diplomacia mundial nuestra queda en este caso avasallada por la difusión informativa de propagadores y exégertas que no son Estados. La declaración oficial refleja con toda su crudeza que la “marca” de país en China (y donde se entienda el difundido video) puede quedar tocada por el luz-cámara-y acción de la más antigua comedia televisiva de España: Aída.
La proverbial acogida española
Lo curioso (por decirlo de alguna manera) es que estos insultos se generen en uno de los países más tolerantes y abiertos a la inmigración china en el mundo como es realmente España. La población china, la quinta población extranjera tras la ecuatoriana y la británica, asciende oficialmente a 187.000 personas y pronto debiera alcanzar los 200.000 (con más de 50.000 ciudadanos chinos llegados desde el origen de la crisis y a un ritmo de crecimiento continuo, como lo indica el índice de un 3,7% alcanzado en 2013 ).
Todavía más, en el mismo mes de mayo el Real Instituto Elcano publicó una estadística de percepción internacional en su denominado BRIE. En el apartado “Valoración de países”, un universo español de encuestados puntúa la imagen de diversos Estados. Pues bien, si bien es cierto que la percepción de países del entorno y de otros lejanos ha subido y de otros bajado, ¡la valoración que los españoles tienen de España es inferior a la que tienen de China!
Igualmente es cosa de salir al gran teatro vital que son las ciudades españolas  para ver un extraordinario encaje de convivencia entre españoles y chinos. No hay barrio que no tenga restaurantes o incluya nuevos rubros comerciales y de emprendimiento constantemente inaugurados por chinos y donde el diálogo fluido no sea pan de cada día. Y abrumadoramente están llenos de clientes españoles. Igualmente, en las aulas de todas las universidades y escuelas de negocios de España los estudiantes chinos han venido a dinamizar la enseñanza. El esfuerzo de todos ellos es admirable y admirado y como profesor doy fe de ello.
Igualmente, si bien España es aún notablemente menos visitada que Francia, el incremento de turistas chinos va en notorio aumento (250.000 en 2013). La compra de deuda pública española por parte china es una de las principales. Y más recientemente un empresario chino ha acordado comprar el Edificio España en el centro de Madrid.
¿Todo lo anterior ocurriría si los chinos fuesen discriminados en España, como le sugieren claramente las imágenes a un internauta o televidente chino que nunca haya pisado nuestro país? ¡Ciertamente que no! Se mudarían o volverían a casa, como en estas últimas semanas hemos visto que ha hecho en Vietnam una parte de la acosada comunidad china.
Focos y sutilezas
La cadena aún tiene colgado el video bajo el título “Mauricio y Chema intimidados por un chino”, que recuerda la inconsciencia occidental previa a la Primera Guerra Mundial, cuando se proclamaba urbi et orbi que el mundo se hallaba amenazado por el “peligro amarillo” cuando el peligro real era blanco. Allí está la Primera Guerra Mundial para demostrarlo a cien años de esa primera conflagración global.
Recordemos: en la escena internacional (particularmente fuera de la UE) apenas nadie entra en sutilezas ni comparte o ve los matices y diferencias con que nos autorrepresentamos. Para efectos de imagen internacional da igual si el canal es público o privado, si el bar es de Madrid, Barcelona, Sevilla o Bilbao, si es periférico o central, y, a fin de cuentas, si es ficticio o real.
Es cierto que no es un bar real y que la situación es ficticia. Pero por su audiencia es más real que si la acción transcurriese en un bar remoto del extrarradio de Madrid. Nuestra imagen queda parcialmente oscurecida durante largas semanas o meses, suplantada por la involuntaria diplomacia pública de un canal privado. El caso nos muestra que seguimos sin ser del todo conscientes de cuan globalizados estamos.
De manera que algunas preguntas de interés general que añadidamente nos podríamos acaso hacer en esta tesitura se relacionarían con nuestra concienciación de cuánto han cambiado nuestros instrumentos de imagen exterior.
Pero sobre todo convendría saber si somos conscientes de que algunos aspectos de nuestras relaciones de amistad y vecindad con la comunidad china residente en España son un asunto interior e internacional a la vez, y a la vez, un asunto de dignidad, en primer lugar. Como señala el comunicado de la embajada española en Pekín (ante el gran disgusto local), la comunidad china en España es “valorada, respetada y querida por su aportación a la comunidad.”
La dignidad es un asunto emparentado con los derechos humanos. En este caso con los de nuestro vecindario. Conviene recordarlo hoy.
4 de junio de 2014.

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